miércoles, 31 de agosto de 2011

Monte Buciero en Santoña (Cantabria)

Última semana de vacaciones en la playa, esta vez en Laredo (Cantabria), a 1h 30' de casa, sin complicarme la vida. Los últimos años siempre me escapo siete días y me vengo para aquí. Por suerte este año está siendo fresquito, así que metí las zapatillas en la maleta.


En mente, el monte Buciero en Santoña, una mole boscosa con multitud de acantilados.



Un par de días me escapé de la playa y me fui a trotar por este monte, lleno de encanto y de Historia.


La ruta comienza al final del paseo marítimo, en concreto en el Fuerte de San Martín, edificación construída sobre un castillo de la época de Felipe II (todo esto me lo estudié el primer día, para saber por dónde corro). Subimos desnivel, pasamos por unas baterías y llegamos a un punto en el que las vistas de la Peña del Fraile son realmente espectaculares (con una caída vertical al mar de unos 180 metros).


Continúo el entreno y voy a dar otro balcón con unas vistas que quitan el hipo (yo nunca veo el mar, y cualquier acantilado que veo me impresiona). A mis pies tengo casi 800 escalones que me llevan al Faro del Caballo, hoy abandonado. El año pasado estuve aquí haciendo psicoblock; desestresante total. Ahora toca subir los 800 peldaños. Sobre el 140 pierdo la cuenta de los que llevo y el tramo se me hace interminable. Eso sí, merece la pena bajar al faro para disfrutar de la tranquilidad que rodea el entorno.


Sigo a lo mío y me interno en una especie de desfiladero. En esta zona se explotó una mina de hierro en el siglo XIX. El camino discurre rodeado de avellanos, hayas, encinas y robles, y en esta parte del recorrido el correr ya no es tan cómodo, dado que el itinerario pica para arriba dando multitud de giros.


Por fin llego a una praderita, lugar donde giro a la derecha para dirigirme al monte Ganzo, de 378 metros. El terreno cambia en este sector, pasando a correr por una zona kárstica llena de matorral, que marca todas mis piernas y mis brazos. A través de un canal de piedra hago cima en pocos minutos y me dirijo a la próxima cumbre, que no es otra que la del monte Buciero, de 367 metros.


En unas cuantas zancadas me planto en su cima, jalonada con una cruz. Aquí me harto a hacer fotos. A mis pies Santoña con su playa de Berria y el estuario del Asón, junto a Laredo. Unas vistas que bien merecen una visita a esta montaña.


Por lo que respecta a mi tibia, las molestias van a menos. La duda viene por no saber el motivo. Algún otro día corrí descalzo por la playa de Laredo (a lo largo de sus 4,250 km de longitud) sin tener ningún tipo de molestia. Y ahora me dedico a correr con zapatillas que tenía guardadas en el baúl de los recuerdos. Estas zapatillas en su día no me dieron ningún problema, y como aún no tienen ni 500 km, pues las sigo utilizando a día de hoy.


Tanto probar marcas nuevas que venden amortiguación total, y lo que debería hacer es seguir utilizando esas marcas que mis pies conocen tan bien y me traen tan buenos recuerdos.


Que entrenéis felices y contentos.









miércoles, 17 de agosto de 2011

Monte Ballo con susto

Tras una semana atípica, en la que he tenido que trabajar de noche más días de la cuenta, he vuelto a trotar por la montaña. Una semana que me ha servido para descansar muscularmente y seguir recuperando mi tibia.

El plan era subir y bajar el monte Ballo, de 1.197 metros, que ofrece una vista espectacular de la llanada alavesa y de las sierras de Aizkorri y Aralar.


Es una montaña a la que siempre he subido por la mencionada llanada, así que hoy me he propuesto subir por el puerto de Opakua.




He comenzado suave, ya que el objetivo era acumular kilómetros y desnivel. Además, los 29º C que había no iban a ayudar mucho. Así que, al trote y sin sufrir.



Atravieso un robledal cerrado, salgo a unos pastos bastante extensos y me vuelvo a internar en un hayedo en el que el sol no entra ningún día del año, y hace que todas las rocas estén verdes, lo que da un toque fantástico, en el que parece que en cualquier momento nos vamos a topar con un gnomo.



Aunque no ha sido precisamente un gnomo lo que me he encontrado. Pasados dos refugios de pastores me dirijo hacia unas vacas que pacen tranquilamente. Una, dos, tres.... y sorpresa!!!, un mastín mirándome fíjamente a escasos 6 metros.





Algo innato me hace detenerme y sin querer le miro de refilón y doy media vuelta para volver por donde venía. Los consejos de César Millán, esos de no mirar, no escuchar y no tocar al dulce animalito, no me da tiempo a ponerlos en práctica. Sólo escuchar el primer ladrido hace que ponga la directa monte abajo. En mi camino pierdo la cuenta de las boñigas que piso.



No pasan ni 500 metros y sigo notando las babillas del morlaco en mis gemelos. Al fondo veo la alambrada que momentos antes había franqueado, no sin problemas. El tiempo no corre, pero el perro sí. Por fin, la alambrada. A la carrera y, lógicamente sin pararme, apoyo mi mano en un poste de madera y salto la alambrada cual acróbata en el Circo del Sol.



La caída es lo de menos (de cabeza y rodando). Me levanto sin saber dónde está el mastín, y tras ubicarme, le veo ladrando al otro lado de la alambrada. He librado, pero por si acaso sigo corriendo, no vaya a ser que le dé por pasar por debajo.



Nunca había visto un mastín cuidando de unas vacas. De unas ovejas sí, es lo más común por estas tierras, pero de unas vacas...



El caso es que tengo un ahuyentador en casa, pero no sé yo si es muy eficiente. El próximo día habrá que tener más ojo.



Por cierto, al pasar el entreno del Polar, veo que he realizado el famoso kilómetro en 2:52. Menos mal que aún estoy fondón. Los días que quiera hacer series me iré por esta zona y le haré una visita a mi amigo.








martes, 2 de agosto de 2011

Ferrocarril Vasco - Navarro

Hace muchos años que "el trenico" o ferrocarril Vasco - Navarro hizo su último viaje.




Recordando un poco su historia y poniéndonos un poco románticos y nostálgicos, este ferrocarril se construyó entre Bergara (Gipuzkoa) y Lizarra - Estella (Navarra), con un total de 143 km de recorrido, pasando por Vitoria - Gasteiz. Fue considerado uno de los trenes más modernos de Europa.





Nació en 1889 y el 31 de diciembre de 1967 echó el cierre, comenzando el desmantelamiento tanto de sus vías como de sus catenarias.


En su camino dejaba numerosa apeaderos y estaciones, algunas convertidas hoy en viviendas particulares



Por suerte, este trazado se ha convertido en vía verde, y puede ser disfrutado por cicloturistas y atletas. En las dos fotografías de arriba se puede ver el apeadero del monasterio de Estibaliz con una diferencia de 90 años.



Es una zona por la que corro todas las semanas, ya que se encuentra a apenas 2 km de mi casa y no suele estar muy transitada. Rodeada de bosques y con largas rectas, suelo hacer aquí las series de calidad.



Tras este breve homenaje al ferrocarril Vasco - Navarro y a la vía verde en que se ha convertido, yo sigo sumando kilómetros para coger poco a poco el ritmo y poder hacer alguna carrera en condiciones. Hay días en que la tibia derecha hace nuevos amagos de dar guerra, pero de momento la cosa no pasa de ahí, de simples amagos. Y cuando me animo a coger la bici, miro por la ventana y no veo más que agua y más agua. Menudo mes de julio.



Esta semana empezaré de nuevo a hacer desnivel para acumular metros. La idea es hacer uno o dos montes diarios, controlando que el pulsómetro no pite al pasar de 168 pulsaciones.



Y los días en los que no haya muchas ganas de guerra, me iré al Vasco - Navarro para soltar piernas.